sábado, diciembre 17, 2016

Persistencia de la(s) memoria(s)


Una nota sobre el juego de tensiones entre el recuerdo y la subjetividad en torno a la «Noche de los Lápices». De cómo fue cambiando el sentido de la memoria y las políticas del Estado a partir del retorno a la democracia hasta la actualidad.




¿Cuántos relatos puede tener una misma historia? ¿Son parte de la historia esos relatos? ¿Hay más de una historia?
            La memoria tiene una carga vital. Porque el pasado se actualiza. Las sucesivas generaciones lo resignifican a partir de las preocupaciones del presente. Memoria es presente.
            Hoy vamos a poner el ojo en la «Noche de los lápices», en especial en los diversos relatos de este triste y emblemático episodio. Para saber qué recordar. Y entender cómo fue contado. Se trata, en definitiva, de enriquecer la(s) memoria(s).

Qué se recuerda
            Empecemos por el lugar: ciudad de La Plata. El momento: septiembre 16 de 1976. A la madrugada de ese día fueron secuestrados estudiantes de escuelas secundarias en un operativo realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Los adolescentes permanecieron varios meses en distintos centros clandestinos de detención. Estuvieron en el «Pozo de Arana», el «Pozo de Banfield» y las Brigadas de Investigaciones de Quilmes y Avellaneda. En cada sitio recibieron maltratos y tortura.
            Muchos tenían militancia política. Las organizaciones a las que pertenecían eran mayormente la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), cercana a Montoneros, y la Juventud Guevarista. Todos participaron de las movilizaciones realizadas en 1975 por el Boleto Estudiantil Secundario (BES), cuya implementación fue suspendida por la dictadura militar.
            Seis jóvenes están desaparecidos (ver aparte). Cuatro son los sobrevivientes: Emilce Moler, Gustavo Calotti, Pablo Díaz y Patricia Miranda. La «Noche de los Lápices» integra la larga lista de crímenes de lesa humanidad del Terrorismo de Estado.

Memoria: el alfonsinismo
            María Seoane decidió escribir el libro «La noche de los lápices» tras escuchar el testimonio de Pablo Díaz en el Juicio a la Junta de 1985. Precisemos aquel contexto.
            El presidente Raúl Alfonsín inauguró una política de estado en derechos humanos. Organizó la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas), anuló la autoamnistía dictada por los militares, y puso al Estado como querellante en un juicio contra la Junta de Comandantes Militares. Era la primera vez que un estado de derecho enjuiciaba a sus propios dictadores.
            El relato del libro «La noche de los lápices» (análogo a la película dirigida por Héctor Olivera de 1985) eludió el tema de la militancia política de los estudiantes secuestrados. Porque su intención era romper el discurso que ofrecían los militares en el juicio: que todo había sido una «guerra» contra la subversión. Entonces «la noche de los lápices» fue recordada con esta lógica: esos estudiantes secundarios no eran combatientes. No podía existir una «guerra» contra «víctimas inocentes». El caso evidenciaba eso.
            Tanto el libro como la película tienen esta narrativa de adolescencia-inocencia-ingenuidad-pureza. Cuadraba perfectamente con la teoría de «los dos demonios», que es la base interpretativa del Informe de la CONADEP, el «Nunca Más». Porque interpretar que hubo «víctimas inocentes», supone que había otras «víctimas culpables» (el demonio de «izquierda», es decir, los guerrilleros).
            Este recuerdo des-politizado de «La noche de los lápices» perdura aún. Muchos de nuestros adolescentes conocen el episodio, y lo vinculan a «los chicos que desaparecieron por pedir el BES».

Memoria: el kirchnerismo
            Las leyes de «Punto Final» y de «Obediencia Debida» (dictadas por alfonsinismo) y los indultos presidenciales de Carlos Menem fueron un retroceso en las políticas de DDHH. Permitieron la impunidad de los genocidas.
            Mientras tanto, en el relato de «la noche de los lápices» los desaparecidos eran tratados como objetos de una historia trágica: objeto de secuestro, de tortura, de muerte. El kirchnerismo cambió esa mirada.
            Reivindicó las militancias (dato de ese contexto). Recordó a los desaparecidos como sujetos de una historia. Y reemplazó la consigna del «Nunca Más» (propia de la teoría de los «dos demonios») por «Memoria, Verdad y Justicia». Es decir, entendió que no hubo «dos demonios». Hubo un Terrorismo de Estado con un plan de exterminio y de disciplinamiento, en especial contra las organizaciones sindicales, políticas y culturales. Un plan para «resetear» la sociedad.
            Esta revisión que propuso el kirchnerismo conformó la mayor política de estado en DDHH. En efecto, la anulación de las leyes de impunidad, la reanudación de los juicios a los represores, y las políticas de reparación son algunos ejemplos. Destacamos también los estudios sobre la construcción social de la memoria. De esta manera, los estudiantes de «la noche de los lápices» son recordados como actores dentro del marco de las luchas sociales de los años 70. Quiere decir que lo importante no residía en conseguir el BES, sino en las diversas intervenciones  militantes que pretendieron transformar aquella sociedad.

Memoria: el macrismo
            Durante este primer año de gobierno, el oficialismo viene exponiendo preocupantes posicionamientos.
            En efecto, el presidente Macri públicamente elude nombrar al Terrorismo de Estado y usa la expresión «guerra sucia». Su utilización estimamos que es plenamente intencional: menciona que hubo una «guerra»
            A su vez, también expresó  no tener «ni idea» sobre la cantidad de desaparecidos; marginando la tarea de los organismos de derechos humanos y las políticas de estado desarrolladas durante el kirchnerismo.
            Todo ello son muestras de un negacionismo que pretende «mirar hacia adelante» (sin saldar las cuentas del pasado) y englobar este período en «los tiempos en que la violencia dividió a los argentinos», tal como expresara en las redes sociales este año, durante el aniversario del 24 de marzo.                  
Se trata de un nuevo retroceso en materia de DDHH y en políticas de estado. Es en este contexto que se tramita la «libertad» domiciliara para el genocida Miguel Etchecolatz -figura central de este episodio y de la desaparición de Jorge Julio López-, así como se pretende trasladar de las cárceles comunes a Campo de Mayo a los genocidas condenados, y se mantiene como presa política a Milagro Sala.

            Recordar «la noche de los lápices» vuelve a ser un acto de resistencia. Sin perder el hilo de todo lo que vino siendo. Porque es cierta la frase: los lápices siguen escribiendo. 40 años después. Y depende de nosotros, aquí y ahora, que eso continúe.


La punta del ovillo: cómo enseñar

El valor del testimonio

En su libro Los trabajos de la memoria, Elizabeth Jelin explica que la memoria, en tanto herramienta para procesar el trauma social, tiene tres características centrales: es un proceso subjetivo que está anclado en experiencias y marcas simbólicas y materiales; es un objeto de disputa, existen luchas por la memoria y por eso se habla de memorias en plural y no en singular; es un objeto que debe ser historizado porque el sentido del pasado va cambiando con la aparición de nuevos testimonios, nuevas pruebas judiciales y con las transformaciones políticas y sociales. La memoria sobre «La Noche de los Lápices» es un ejemplo paradigmático en este sentido.
A continuación citamos un fragmento de una entrevista a Emilce Moler (foto), tomada de la revista El Monitor n° 14, quien polemiza con la versión del libro y la película «La noche de los lápices».
«La Noche de los Lápices como tal es una construcción que salió a la luz a fines de la década del 80. Fue difícil para mí encontrar ese relato porque yo no aparezco. De todos modos, nunca quise salir a decir: ‘Esto no es cierto’, porque les daba pie a aquellos que pueden decir: ‘Al final, no era cierto lo de los desaparecido’». La discusión fue porque yo quería plantear mi militancia, quería leer los manuscritos y no hubo acuerdo con la autora. Entre otras cosas, porque nuestras detenciones no se debieron solo al boleto estudiantil. Pero resultó muy doloroso que no me integraran a una historia donde estuve.
 —¿Cuándo comenzaste a notar el valor de tu testimonio? 
—Si bien yo ya había testimoniado en el 86 contra Ramón Camps, el impacto de ser sobreviviente lo sentí con el equipo de Antropología Forense, ante las preguntas que me hacían: ‘¿Te acordás si tenía un pantalón de corderoy? Porque hay restos de ropa en las fosas’. Y la única persona que vio que se había cambiado el pantalón a último momento era yo. Fue muy fuerte, primero tratar de conectarme con las personas y devolver los pedazos de relato que tenía; y segundo, contar el ‘adentro’. Los ex detenidos tenemos esa responsabilidad social.
—¿Cuál es el problema central para transmitir la historia reciente? 
—La formación de los docentes. Si ellos no conocen la historia, mal pueden transmitirla. Yo tuve que leer mucho para poder dar respuestas, debo estar formada para poder transmitir. Haber vivido esta historia no me habilita para hacerlo automáticamente. El testimonio de una sobreviviente tendría que ser una cosa muy acotada, para testimoniar que sucedió así, para que no queden dudas. Pero no deberíamos ser nosotros quienes nos ocupamos de la pedagogía de la transmisión de la memoria. ¿Qué te preguntan? Sobre la tortura. Si no lo planteás, parece que no hubo. Si lo planteás, resulta morboso. Yo hago una especie de elipsis y le dejo al profesor que aborde el tema. Les explico: ‘Esto lo pueden leer. Ahora hay muchos libros, léanlo’. Antes no había nada y te las tenías que arreglar. En el año 88, te preguntaban delante de todo el mundo: ‘¿y cómo torturaban?’ Si no contestabas, parecía que no era cierto. ¿Hay que contar, no hay que contar? Creo que no tiene que ser una la que cuente.»

Universidad vestida de pueblo

Nos acercamos al Frente Estudiantil Popular (FEP), una agrupación de universitarios con la mirada y el oído puestos en el pueblo. Aquí repasamos sus orígenes y un balance de las actividades realizadas en el año a través de su titular, Rodrigo López Merino.


Corría el 2009 en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas. Allí un grupo pequeño de estudiantes empieza a reunirse: hablan de política, de las cursadas y, de a poco, marcan su punto de vista sobre diferentes problemáticas sociales y universitarias. Las demandas originaron la necesidad de crear un espacio de representación. Así nació el FEP, Frente Estudiantil Popular, la agrupación que desde hace dos años conduce el centro de estudiantes de Sociales y que revalidó su mandato para el 2017, ya que volvió a ganar las elecciones. Nos recibe Rodrigo López Merino, integrante de la conducción, para repasar parte de su historia y su presente.

La educación como acto político
            El FEP mantiene aún a muchos de aquellos compañeros de la primera hora, sus mentores ideológicos como Eber Iraizoz, estudiante de periodismo y pilar de la agrupación, y Diego Velázquez, primer consejero académico que representó al FEP en 2013 y 2014. Rodrigo también integra esa camada.                 «La agrupación fue creciendo mucho -nos dice, y agrega:- Hoy, además, la integran graduados de las diferentes carreras, tanto de Sociales como de Derecho, junto a los docentes de esta casa de altos estudios que entienden que la educación es un acto político de transformación de la realidad. Porque no se puede estar ajeno a lo que día a día vive la comunidad.»
            El FEP ocupa la totalidad de los cargos electivos estudiantiles en la facultad de Sociales, en el consejo académico y la asamblea universitaria, así como también dispone del único representante estudiantil del consejo superior.                      Se trata de una agrupación de pensamiento peronista, que participa activamente en los reclamos populares y sectoriales. Una de sus consignas es «la universidad junto al pueblo y en la calle». Esa inspiración, desde y hacia lo popular, es la base de una variada actividad extra-académica.
            En efecto, el FEP realiza anualmente más de setenta cursos, siempre gratuitos y abiertos a la comunidad. Cerca de 5.000 vecinos pasan al año por estas actividades extra-curriculares organizadas por la agrupación. Además se ofrecen charlas y mesas de discusión sobre temas de historia y política. «Gran parte de ellos pisan por primera vez una universidad. Algunos se quedan a cursar carreras de grado, logrando nuestro fin último con estas actividades: que la universidad esté al servicio del pueblo trabajador» asegura López Merino.

La mirada hacia lo barrial
            Durante este 2016 el FEP creó las «3P», un espacio de prácticas profesionales que permiten a estudiantes de carreras de grado realizar trabajos voluntarios dentro de la comunidad. El objetivo es facilitar una formación profesional e intervenir sobre las problemáticas concretas de los barrios que se encuentran alrededor de la universidad
            En otro orden, la agrupación también coordina al FEC (Frente de Estudiantes del Conurbano), un espacio nacido para dar pelea al reclamo histórico por el boleto estudiantil, y que se viene consolidando como un espacio de trabajo que agrupa a más de veinte uni-versidades, terciarios y secundarios del conurbano.
            Desde un principio el FEP tuvo por meta no quedarse con la mirada universitaria. Diferenciándose de otras agrupaciones, brega por un fuerte trabajo territorial. Hoy cuenta con referentes en Lanús, Lomas de Zamora, Alte Brown y Echeverría, además de tres unidades básicas donde se dictan cursos abiertos a la comunidad y gratuitos, y un oído cercano a las necesidades de los vecinos.

            «Estamos convencidos que hoy más que nunca, mientras desde el gobierno se toman medidas antipopulares que llevan al desempleo, a bajar el nivel adquisitivo y restar oportunidades a los sectores más desfavorecidos, nuestra tarea como militantes es estar con los vecinos. Escucharlos y acom-pañarlos. Dar la batalla cultural, tanto en la universidad como en los barrios. Llamar al debate y a la reflexión permanente, y no caer en reduccionismos simplistas. En definitiva, se trata de trabajar para que las universidades no vuelvan a convertirse en espacios para minorías selectas» concluye.

La aristocracia del dinero. Por Aritz Recalde

La aristocracia del dinero gobierna los destinos del país y luego de un año de gestión quedó claro que para CAMBIEMOS la patria es el dólar y que su religión es la finanza.


Lo primero que hizo CAMBIEMOS cuando asumió el gobierno fue pagarle a los fondos buitres, cuestión que colisionó con las políticas de negociación de deuda de  los años 2005 y 2010. La decisión del PRO y de la UCR contradice el punto de vista de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que aprobó una propuesta de  renegociación de deuda impulsada por nuestro país. La Asamblea General del organismo sancionó una iniciativa con «nueve principios de restructuración de deudas soberanas». El resultado de la elección en la ONU fue de 136 votos a favor, 6 en contra y  41 abstenciones. Solamente se opusieron al planteo argentino las Potencias Occidentales que manejan el negocio de la deuda externa y sus aliados: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Israel, Canadá y Japón.
            La decisión de CAMBIEMOS de apoyarse en los fondos buitres, en los bancos que protagonizaron la crisis mundial del año 2008 y en el gobierno que ocupa Malvinas, va en contramano de la tendencia política internacional.  En el año 2016 el pueblo británico votó un referéndum para salir de la Comunidad Europea y los norteamericanos se opusieron a la continuidad de los Demócratas (Clinton). En ambos casos y a diferencia de Macri, los pueblos cuestionaron el programa de especulación financiera que privilegió salvar a los bancos en lugar de apoyar la economía real y el desarrollo social de los países.
            En su encíclica Laudato Si, el Papa Francisco cuestionó la especulación financiera internacional ya que sostuvo, sin titubear, que la «Deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de Control». El apoyo público del Gobierno Nacional a los fondos especulativos se opone con la doctrina de Francisco y de la Iglesia en la materia. El Papa sostuvo  que la «la salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de la finanza que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis».  El punto de vista de Francisco va en línea con Viejo Testamento que cuestionó la especulación y Jehová le fue claro a Moisés al convocarlo a no «ser logrero» y a no «imponer usura». Jesús en el Nuevo Testamento llamó a desligarse de los bienes materiales y a entregarles las riquezas a los pobres ya que «más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios».
            CAMBIEMOS  puso en los Ministerios a los representantes de las empresas extranjeras y a los bancos, favoreciendo la acumulación desmedida de ganancias a costa de la pobreza de la mayoría social y del deterioro de las arcas públicas. El «gato extranjero» que gobierna el país cuida las «sardinas de las finanzas públicas» y luego de un año de gestión de los CEOS, la Argentina acumuló 45.000 millones de dólares de nueva deuda...

La mesa de los argentinos se volvió una divisa
            La aristocracia del dinero hizo del alimento de los argentinos un mero instrumento para obtener dólares, poniendo en riesgo la supervivencia de las familias que no pueden comprar el pan, la leche, la fruta o la carne. En lugar de abastecer el mercado interno, CAMBIEMOS promueve las exportaciones de alimentos con la finalidad de obtener dólares que son utilizados para  garantizar la fuga de capitales de los CEOS y la usura internacional. La devaluación y la eliminación de retenciones a la soja y la paulatina flexibilización de las regulaciones estatales, favorecieron el aumento desmedido del precio de los alimentos y la formación de una ganancia excepcional de 90.000 millones de pesos para un grupo de exportadores de granos.
            En caso de no exportar su producción, los empresarios agropecuarios ajustan los precios internos de la harina o de la carne al costo internacional, impidiendo el consumo popular.
            Hay estadísticas que demuestran que bajó la compra de carne y de leche que fueron remplazados por fideos, polenta y mate cocido. Aumentó la pobreza y se acentuaron los problemas de desnutrición infantil.
            En paralelo,  las clases altas compran camionetas importadas y acumulan dólares debajo del colchón. Más allá del discurso oficial, los únicos «brotes verdes» de la economía son las cruces de madera que germinan en el hambreado conurbano bonaerense y en el interior del país, cuyas familias salen a juntar cartones conformando la geografía del hambre PRO.  
            El Gobierno Nacional les garantiza a los grandes productores una ganancia extraordinaria y promete  al resto del país empobrecido que se generará una riqueza extraordinaria que será «reinvertida». La «teoría del derrame» de los años noventa que hoy guía las decisiones de la política económica, aumenta la desigualdad social, consolida los oligopolios e impide a los argentinos el consumo de proteínas, vitaminas o de hidratos de carbono.
Geopolítica de la desintegración regional
            La política exterior de CAMBIEMOS sigue los lineamientos formulados por un sector de la finanza norteamericana y europea.  El objetivo fundamental de CAMBIEMOS es desandar la UNASUR y el ALBA y hacer del MERCOSUR una plataforma de negocios de un grupo reducido de empresas multinacionales.
            Con la finalidad de mostrarse condescendiente con la finanza internacional y con sus titulares, durante el año 2016 CAMBIEMOS protagonizó varios traspiés diplomáticos.  Apoyaron públicamente a los Demócratas en los EUA y a su iniciativa de la Alianza Pacífico: contrariando sus deseos ganaron los Republicanos. Macri se reunió dos veces en un año con el italiano Matteo Renzi, quien renunció recientemente a su cargo por perder un referéndum popular. Tras el encuentro del Presidente argentino con la Primera Ministra Theresa May, los ingleses iniciaron ejercicios militares en Malvinas. La candidatura de Malcorra a la ONU fue infructífera y la Canciller argentina no consiguió que en el Bicentenario de la Independencia concurran delegaciones presidenciales del mundo, más allá de un ex monarca español.  

            En el único aspecto que están consiguiendo logros, es un su decisión de destruir el MERCOSUR y de aislar a la Venezuela de Nicolás Maduro. Tal decisión es sumamente desacertada en los planos comerciales, sociales, políticos e históricos y da cuenta de una sumisión irresponsable al mandato de los Estados Unidos en temas de política exterior.

“Hay que mantener la unidad desde la diversidad”. Entrevista a Ricardo Luis Plaul


¿Cómo se inició tu militancia?
Me recibí de maestro normal nacional en el Enam y comencé a trabajar en la docencia en los años 70. Estudiaba Filosofía y Letras en esa época muy convulsionada. Entré en el año 66: cursé un cuatrimestre en democracia y en el siguiente ya había llegado Onganía a reventarnos a palos. A partir de «La noche de los bastones largos» comenzó aquella destrucción de la universidad pública. Me inicié como preceptor |y milité gremialmente en Lomas. No existía en aquel entonces Suteba ni Ctera. Había una unión de educadores por distrito, que eran desprendimientos de la Federación Sarmiento, por entonces muy burocratizada. Hacía falta un gremio que nos representara. Se organizó entonces el Movimiento Docente del Sur, que agrupó a colegas del nivel medio y terciario, desde Quilmes y Avellaneda hasta San Vicente. Allí fui secretario de prensa y luego secretario general cuando se creó Ctera, bajo la dirección de Alfredo Bravo. Esa agrupación fue una de las fundadoras de Ctera.
Una amplia carrera como educador…
Sí. Cuando sentí que la escuela media cumplía un ciclo para mí, empecé a formar docentes. En ese entonces se exigían cinco años de ejercicio para superar el nivel. Era acertado eso: hoy hay universitarios que egresan y ya están formando terciarios sin haber tenido ellos experiencia en el nivel. Por ejemplo, yo no podría hoy hablar de cuestiones didáctico-pedagógicas porque estoy fuera del sistema, y se trata de una realidad que cambia permanentemente. Siempre me hizo ruido cuando alguien opina sobre «la educación en nuestro país». Cuidado: ¿qué educación?, ¿de qué nivel, en cuál distrito o provincia? Es un sistema sumamente heterogéneo. Y hay, me parece, dos errores: los que trabajan en una institución escolar y pontifican el sistema que no conocen, y los que están atrás del escritorio, investigando sobre la «escuela latinoamericana» mientras desconocen la realidad local.
Hay persistencias y también retornos…
Claro. Fijáte que la dictadura del 76, además del genocidio, cometió también «cultiricidio» al quemar un millón de libros del Centro Editor de América Latina. El vocabulario de los argentinos se había reducido mucho luego de eso. Y cuando a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner empezaba a recuperarse el campo popular, nuevamente retrocedemos. Uno se siente tentado de darle la razón a Giambatista Vicco con los corsos y ricorsos de la historia.
¿Cuál es tu balance del kirchnerismo?
Si bien se cometieron errores, el balance en general es positivo. La crítica está en las cosas que se dejaron de hacer, en la falta de profundización. Pero se crearon las condiciones para que ese proceso pueda darse. Daniel Filmus escribió hace poco sobre las posturas de autocrítica; la descarnada y la otra que ve todo bien. Él, como docente, no habla de críticas sino de evaluación. Hay que evaluar las prácticas. Creo que tiene razón. Porque se trata de construir colectivamente un proyecto superador. A los compañeros peronistas suelo decirles «tienen suerte que los socialistas les señalamos el horizonte. Ustedes hacen lo cotidiano, que es muy importante pero, a veces, tienen un techo ideológico que no les permite avanzar». Me quieren matar, claro.
¿Cuándo adheriste al kirchnerismo?
Adherí lo que hacía el kirchnerismo a partir del 2008. Con la crisis del «campo». Tenía claro que no iba a apoyar a la oligarquía terrateniente. Mi viejo sería un socialista «gorila» pero sabía que los dueños de la tierra eran quienes nos habían cagado siempre. Y a Néstor si bien no lo voté, estuve cuando reabrió la Ex ESMA como Espacio para la Memoria.
¿Qué faltó?
Hubo cuestiones que no se pudieron lograr: el Banco del Sud que proponía Chávez, por ejemplo. Tampoco se anuló la Ley de Entidades Financieras, que fue lo primero que hizo Martínez de Hoz con los militares. Ésa fue la base del poder financiero concentrado. Y hubo cosas que se hicieron a medias: hacía falta una reforma constitucional que nacionalizara los hidrocarburos, por ejemplo. O que YPF fuera 100 % del Estado. Lo mismo para Aerolíneas. Hay una lista de cosas: nacionalización de los servicios públicos o del servicio ferroviario, que deberían manejar el estado, los trabajadores y los usuarios. Un sistema nacional de salud integrado. Porque Pami, las obras sociales y las prepagas ya no dan respuestas a las necesidades actuales. La tenencia de la tierra, otra cuestión: el 15 % están en manos extranjeras. Y la nacionalización de la banca, de los puertos. La política ambiental dejó bastantes huecos. El asunto de la Ley Semilla. La nueva fusión de Monsanto y Bayer junto a otras siete fusiones más, que imposibilita que los agricultores puedan manejar las semillas. Faltó también resolver el problema de los agroquímicos. En la minería vimos la segunda contaminación del río Jáchal, que eran cosas advertidas oportunamente. En otro orden, la Ley Antiterrorista fue errónea, que hasta el propio Zaffaroni la calificó de innecesaria. Es decir, hubo errores. Pero en el balance fue uno de los mejores gobiernos que tuvimos. Con avances sociales mundiales. Fijáte el matrimonio igualitario por ejemplo. Encabezamos un proceso progresista. Las universidades que se abrieron, los parques industriales, el polo científico, la industria satelital. Por eso comprendo y comparto la angustia de los compañeros que en estos meses presenciaron este «parto de Chuky», por lo terrible que hace esta mafia.
¿Qué lectura hacés del macrismo?
Es la expresión política de los intereses del imperialismo, de las trasnacionales y la oligarquía terrateniente del más rancio conservadurismo. Tiene la visión del país como «granero del mundo», con la apertura de las importaciones, la destrucción de la industria nacional y de los medianos empresarios. Todo eso viene con los despidos, la flexibilización laboral, la presencia del FMI vigilando el plan de ajuste, para asegurar una transferencia de ingresos de los sectores populares hacia una élite del establishment. Junto a las reformas educativas que promueven la productividad, la descentralización, la modernización, y todas esas palabras usadas en los 90.
¿Cómo transformar esta realidad?
Hay dos miradas hacia la realidad social: una dice que es un todo armónico, donde algunos grupos son disfuncionales y hay que eliminarlos. Y otra visión entiende que el conflicto es inherente a la conducta humana, y a partir de éste la sociedad avanza. Hoy ese conflicto es la célebre «grieta», que es una manera que tiene la lucha de clases, o por lo menos de sectores sociales. Solamente la movilización del pueblo podrá hacer recular lo que viene. Porque ellos temen la gente en la calle. Más que gobernar, buscan hacer desaparecer el «populismo». Es el «fuego purificador» del Plan Qunita, o utilizar el CCK para el «Mini-Davos» en inglés. ¿Cómo transformar eso? Los indivi-dualismos y sectarismos hacen que el campo popular se divida con mayor facilidad que la derecha. Hay que mantener la unidad del campo popular desde la diversidad. Eso requiere su maduración.

“Soy socialista por una cuestión fortuita





Mi padre era peón del ferrocarril. Yo nací en Tandil en 1948 cuando él estaba destinado allá, en una casilla de madera. Y era militante socialista. En aquel tiempo a Perón lo tomaban por un líder fascista y autoritario. (Cometieron «gloriosos» errores desde entonces, alejando al partido de sus principios). Mi viejo fue perseguido. Lo buscaba la Federal. Vinimos a Lomas y vivimos en la Casa del Pueblo de la calle Sáenz, donde ahora está el Teatro de las Memorias. Yo viví ahí desde los 3 hasta los 18 años, y mamé el socialismo. Escuchaba charlas, leía «La Vanguardia» que estaba censurada, y accedía a la biblioteca. Soy socialista por una cuestión fortuita. En mi Adn llevo la ideología socialista y la pasión por la lectura. Hoy sumo la escritura. Cuando me enojaba la posición del partido me iba al gremio. Y cuando me enojaba con éste volvía al partido.

Memoria en construcción


Son estudiantes terciarios y organizan talleres para estudiantes y jóvenes basados en los pilares de docencia, memoria y participación.


Hacer pedagogía ilumina senderos y enciende           conciencias. Cuando esa tarea tiene a la memoria como eje, las voces y palabras de uno se ensamblan con las de todos: resisten y persisten.
            Esa es la propuesta educativa del Observatorio de la enseñanza de la historia y los derechos humanos. «Se trata de un espacio colectivo de docentes y estudiantes terciarios». Alejandro De León es uno de los referentes de esta organización, nacida hace tres años en el Instituto 103 de Villa Urbana. «Trabajamos sobre la historia reciente, en especial, durante los tiempos del Terrorismo de Estado» aclara.
            Los talleres temáticos en torno a la memoria son coordinados por parejas pedagógicas. Recurriendo a imágenes estáticas, historietas, canciones y otras fuentes de información, se promueve la participación y la recreación. «No dictamos ‘clases’ tradicionales. Buscamos generar reflexiones y creaciones colectivas. Pueden ser mensajes  en afiches, banderas, pañuelos, collages o incluso en el propio cuerpo».
            Durante el 2016 el Observatorio realizó diversas intervenciones educativas. Participó de los Encuentros Artísticos por la Memoria y la Unidad Latinoamericana, que congregó a múltiples orga-nizaciones en el Espacio para la Memoria del  Ex «Pozo de Banfield», tanto en marzo como en septiembre. Allí el Observatorio trabajó con los estudiantes secundarios.
            «Organizamos talleres participativos de la memoria - dice Lucas Santillán -. La idea es concientizar junto a los pibes sobre el Terrorismo de Estado, contextualizar aquellas vivencias y que entre todos elaboremos reflexiones.»
            Con motivo del 40 aniversario de la «Noche de los Lápices», el Observatorio ofreció el taller «Bibliotecas humanas»: paneles de información acerca de lo ocurrido en ese centro clandestino de detención, sobre maternidad clandestina, el «Plan Cóndor», y el «Circiuto Camps», entre otros. La intervención fue realizada en el Espacio para la Memoria Ex «Pozo de Banfield» y en el Programa Envión (sede Ing. Budge).
            A su vez, para el Día de la Identidad (22 de octubre) también organizó la intervención «Soy parte de la memoria» en el citado Instituto 103, donde se cursa el profesorado en Educación Primaria, en Historia y Ciencias Sociales, entre otras.
            Carla Díaz, a modo de balance , expresó: «creemos que las transformaciones son posibles. Cada uno desde donde sabe, como puede o simplemente desde el lugar en el que se siente más cómodo. No hay manuales, ni verticalismo. Somos todos juntos y a la par luchando por lo mismo, fortaleciéndonos y aprendiendo en el ‘mientras tanto’. Nos falta mucho, pero el trayecto que llevamos realizado no es para nada insignificante».
            Atención entonces: en el Observatorio la memoria está en plena construcción.


Patria, energía y proyecto nacional. El futuro que late a nuestras espaldas. Por Leonardo Cajal


Decía Hernández Arregui «la oligarquía volvió al poder. Pero el secreto de su poder es que es un poder secreto». Sabido es que la Patria transita por estos tiempos caminos difíciles, a los que hemos llegado por múltiples motivos. Podría comenzar por la falta de profundización de un modelo que se sostuvo en la contención de los sectores más vulnerados, pero que a lo largo de 12 años tropezó constantemente a la hora de dar el paso definitivo para que esos sectores ingresen a la formalidad de la economía. Por otro lado, la retórica combativa contra los grandes grupos concentrados de poder; ello despertó en el pueblo la conciencia nacional y la unificación conceptual de que el enemigo está acá entre nosotros, con nombre y apellido, y que ese enemigo son las multinacionales agroexportadoras asociadas con el sistema financiero bancario y los multimedios; todos representantes de la nueva oligarquía.
Desde ya que siempre es bueno verle la cara al traidor que nos vende, pero en eso nos quedamos; todavía retumba en mis oídos la desafortunada frase de CFK sobre aquellos que se la «llevaron en pala».
Esa retórica hacia la oligarquía fue el peor de los errores del proceso kirchnerista, por la simple cuestión de que el reformismo dialéctico exacerba el odio de clase de la oligarquía hacia el pueblo: un gobierno Nacional y Popular antes de decir, debió hacer. Un error que pagamos caro los nacionales que acompañamos al proyecto durante estos 12 años, pero que para nuestro regreso deberemos corregir, porque en el camino de la liberación no hay lugar para la anti-patria.  
Recordemos que Juan Domingo Perón expropió el diario La Prensa y se lo entregó a los trabajadores, no se quedó simplemente alegando que el diario mentía. Lo sabíamos, y es por eso que el pueblo decidió escribir día a día su propia verdad. Además, hubo una distracción que -muy por lo contrario a lo que se cree-, no generó contradicciones sino hasta casi llegar a los 10 años continuos de gobierno Nacional. Estoy haciendo referencia a la cuestión de la energía.
Hay una máxima que se repite por los pasillos de la embajada británica de Buenos Aires que dice, «que cualquier esfuerzo cumplido, por quienquiera que fuese, por asegurarse la producción petrolífera argentina, sería considerado en Londres como un atentado a los intereses británicos», y es tan así que cada uno de los golpes de estado a gobiernos populares tuvo aroma a petróleo. Lo tuvo el golpe del ´30, el de la Revolución «fusiladora» del ´55, y también la última dictadura cívico-militar de 1976, luego de que el gobierno de Isabel Perón nacionalizara todas la bocas de expendio y obligara a las compañías extranjeras a destilar combustibles en instalaciones de YPF.
Ahora bien, ¿qué significa energía en un país semicolonial como la Argentina? Desde un punto de vista no es más que el eufemismo inalcanzable del autoabastecimiento, relacionándolo simplemente con que los autos pueden cargar nafta cien por ciento nacional. Raúl Scalabrini Ortiz afirmaba que «quien controle la producción de energía, el transporte y el crédito interno y externo puede dominar el destino de una Nación». El maestro del Pensamiento Nacional lo dejó  bien en claro: energía, transporte y crédito, en un país que pretende enterrar para siempre las cadenas de la opresión, deben de ser tratados en tándem.
Fue en el período del primer peronismo cuando hubo un proyecto doctrinario apoyado sobre tres pilares, la nacionalización de los trenes, la constitución nacional de 1949 (con el memorable artículo 40 de declaración de bienes inalienables del estado a todos los recursos del subsuelo argentino y caída de agua),  y la nacionalización de los depósitos bancarios y con ello el Banco Central; todo esto en continua relación con la nacionalización del mercado externo con la creación del IAPI (Instituto Argentino para la  Promoción del Intercambio). Cada uno de planes quinquenales eran etapas para logar el desarrollo definitivo de estas fuerzas articuladas. Por supuesto que hubo un plan en el tercer gobierno de peronista (1973-1976) en consonancia con los anteriores; se llamó «El modelo Argentino para el Proyecto Nacional», la última obra de Juan Domingo Perón, cuya lectura debiera ser obligatoria en las escuelas secundarias.
«Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología donde rige la economía de mercado».
El marco legal de un Estado es su Constitución Nacional, y la nuestra fue creada según las necesidades del Imperio Británico durante el siglo XIX, en donde cada una de sus modificaciones hundió más en la carne del pueblo las garras de la anti-patria. Es así que la última reforma hecha durante el gobierno del Dr. Carlos Saúl Menem, en complicidad con el «padre» de la democracia el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, sentenció a la Patria a estar de rodillas, pues en su artículo 124 dice que «corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio».
Es urgente que las políticas de Estado deban estar sujetas a las decisiones del poder central y no en manos de las necesidades fluctuantes de las provincias. Esta diversificación, alentada por la Constitución cipaya y liberal, obstaculiza la consolidación del desarrollo energético y, por ende, del industrial. Por supuesto que esta reforma, más los tratados firmados en Madrid y Lisboa junto al Reino Unido en 1990 (Domingo Cavallo de por medio), actúan como un gran corset para el Estado Nacional y sus políticas soberanas.
En 2012 la estatización del 51 % de YPF fue un viraje de timón más que necesario, pero de resultados insuficientes, puesto que limitó planificar de manera libre e independiente las políticas energéticas, de desarrollo industrial y de transporte soberano, dado que el 49% restante forma parte del sistema de drenajes de nuestras riquezas al  exterior de la Nación.
Es menester recordar que YPF fue la segunda empresa petrolera en el  mundo cien por ciento patrimonio del Estado, pero que hoy representa en algo la realidad de Latinoamérica; un gigante de piernas escuálidas, de gigantes brazos que lanzan todo lo que está a su alcance hacia el norte, o cruzando el Atlántico en su defecto. La composición de accionistas del 49% ratifica esa dantesca descripción, cuya participación es la siguiente: con el 4,8% el Grupo Imbursa, (Carlos Slim), con el 4,38% el Fondo especulativo de inversión Lazard Asset Managment LTD, con un 4%  el Fondo Mason Capital Managment LLC (Kenneth Mario Garschina), con el 3,5% Soros Found Managment (George Soros), con el 1,86% el Grupo Perry Corp, con el 1,59% el Fondo buitre Third Point (Dan Loeb),  con el 1,47 % los fondos Fidelity Managment & Reserch   y con el  1,45% Morgan Stanley; además de otros buitres que participan con menos del 1 % tales como Hartford Capital, Fidelity Diversified y Delaware Group Global & International Funds y otros e 50 fondos similares que tienen presencia minoritaria en YPF según datos de la agencia Bloomberg Lp.

El justicialismo brega por la comunidad organizada, pero esta solo es válida entre actores que constituyen las fuerzas vivas de la Patria, trabajadores que junto a una burguesía nacional entiendan que el consumo es necesario para el buen funcionamiento de los engranajes de mercado interno. Y para que eso se dé deberán complementarse sin renunciar a sus intereses de clase, priorizando el bienestar mutuo y los intereses de la Patria. Por tales motivos resulta inadmisible que las transnacionales jueguen un papel tan determinante dentro de una concepción filosófica-política, cuya consecuencia es lo que está sucediendo en la actualidad: la automática desarticulación del aparato dinamizante de la economía del país frente al recuerdo de un Estado que intentó estar al servicio del pueblo, y que no le alcanzó.