viernes, agosto 19, 2016

La identidad como símbolo de lucha

José Luis Maulín Pratto es el nieto recuperado n° 120. La noticia fue presentada y celebrada por Abuelas de Plaza de Mayo. Aquí, una crónica de la búsqueda por la identidad y las secuelas que dejó el terrorismo de Estado en este caso.


“Soy José Luis Maulín, pero estoy obligado aún a nombrarme como José Luis Segretín”. Así se inicia una carta del flamante nieto recuperado n° 120 dirigida al Tribunal Oral de Santa Fe. La escribió en el marco del juicio contra quienes le robaron la identidad desde el día que nació, hace 39 años. Una noticia contiene una historia, y cada historia es un relato de lucha. Vale poner el ojo para entender.



La noticia
El 29 de junio pasado las Abuelas de Plaza de Mayo presentaron al nieto recuperado número 120. Se llama José Luis Maulín Pratto, pero todavía legalmente no puede usar esos apellidos, por demoras en la Justicia Federal de Santa Fe. "Le están negando la posibilidad de darle el nombre a él y a sus hijos –explicó Estela de Carlotto, y agregó-. No tiene explicación que, teniendo las pruebas en el Banco Nacional de Datos Genéticos, el propio Estado le niegue al chico recuperar lo que ya sabe".
En conferencia de prensa, y acompañado por sus hermanos Walter y Gisela, el nieto 120 dijo que “es un sueño poder estar acá, con Estela y con las Abuelas, gente muy querible para mí. Es una alegría, aunque siempre digo que ojalá nunca hubiera pasado lo que pasó, para que hoy esté acá”. También refirió su lucha para lograr ser reconocido como hijo de Rubén Maulín y Luisa Pratto, sus padres que aún viven. De su relato asoman tramos de una historia terrible.

La historia
Los padres de José Luis vivían en el pueblo de Reconquista, provincia de Santa Fe, cuando fueron víctimas del Terrorismo de Estado. En octubre de 1976 una patota militar ingresó a la vivienda, destrozaron todo a su paso, y secuestraron a Rubén Maulín y a su madre. Rubén militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En ese entonces Luisa Pratto tenía 25 años y estaba embarazada de José Luis. Quedó a cargo de sus dos hijos mayores, de dos y un año respectivamente. Los meses que siguieron fueron una tragedia. Los militares asolaron varias veces la casa de Luisa. Fue torturada, abusada y violada delante de sus hijos. Luego sufriría el arrebato de su hijo José Luis cuando nació en marzo de 1977.
"Pasé por cosas incontables –afirmó Luisa-. Se llevaron a mi suegra y a mi esposo. Mi hermana, violada y secuestrada. Mi otro hermano estuvo detenido. O sea, toda la familia. Y quedé sola a merced de estos genocidas".
Dio a luz en una clínica privada, llevada por los militares. Allí se realizó la apropiación y el robo de identidad. José Luis fue entregado al matrimonio de José Angel Segretín y Cecilia Góngora, dos civiles vinculados a la Fuerza Aérea. "Cuando un médico me dice que le dé de mamar al bebé, dijo que yo me llamaba Cecilia Góngora", puntualizó. Los apropiadores inscribieron al recién nacido con una partida falsa bajo el nombre de José Luis Segretín.
En 1982 los padres biológicos de José Luis recuperaron la libertad, y comenzaron la búsqueda por su cuenta. Todos seguían viviendo en el mismo pueblo, pero no se habían cruzado. "Jamás lo vi. No nos cruzamos en un pueblo tan chico. Nunca nos conocimos hasta el 2009", refirió Luisa. Sin embargo, había indicios. A fines de los ‘80 una vecina les pasó el dato del domicilio donde vivía José Luis. Fueron a reclamar por él, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores trabaron todo. También la hermana mayor de José Luis se enteró que en su propia escuela había un alumno con el apellido Segretín. Se acercó a hablarle, pero fue infructuoso. Siguieron las amenazas de los apropiadores.
Recién en 2009 José Luis y sus padres se encontraron. "En una nota radial que le hicieron a mi vieja –dijo el nieto 120- tomé conocimiento de que había una mujer que estaba buscando a un pibe de ciertas características. Y para mí era yo". Desde chico José Luis dudaba de su identidad. Tenía diferencias físicas notables con las personas que lo habían criado. Además tenía una hermana mayor adoptada. Le inventaron un pasado: que era hijo de una relación extramatrimonial de Segretín, y otras versiones, todas confusas.
Luego de encontrarse con su familia biológica, José Luis y sus padres se realizaron las pruebas de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Los datos confirmaron la filiación. Pero la lucha por la identidad no terminó ahí.

La lucha continúa. La continua lucha
Pese a conocer su identidad, José Luis aún debe usar el apellido de su apropiador. Es por eso que busca una sentencia de la justicia de Santa Fe para evitar la “congoja y la desdicha de portar una identidad que no es la propia", y de ser víctima de "un delito que se cometió hace 39 años, pero que se repite cada día", según expresó en su carta al tribunal.
En junio pasado inició juicio contra Cecilia Góngora, su apropiadora, y contra Elsa Nasatsky de Martino, la médica que atendió el parto (Segretín falleció). La causa es por apropiación de identidad. Se trata de lograr que la ley avale lo que ya conoce desde 2009: el verdadero nombre y la filiación familiar para él y para sus hijos de 12 y 16 años. “Estoy esperanzado, eso es lo que siento hoy acá, en este lugar increíble”, contó el nieto 120.



  
La punta del ovillo de este caso 

La complicidad civil de la dictadura

La demora de la justicia en otorgar la restitución de identidad llama la atención. Pese a los estudios de ADN, José Luis aún debe usar el apellido de su apropiador. «Se trata de una cuestión política e ideológica que intenta tapar la complicidad civil con el terrorismo de Estado» explicó Estela de Carlotto. Ciertamente, los apropiadores de José Luis eran civiles.
Hay estudios sobre esa complicidad. Son los casos de las empresas Dálmine-Siderca, Ford, Mercedes Benz, Swift, Ingenio Ledesma, Astillero Astarsa, Acindar, Molinos Río de la Plata, La Veloz del Norte, entre otras. En el región sur podemos mencionar los casos de Petroquímica Sudamericana, ubicada en la zona de Olmos, y la Química Mebomar en el partido de Esteban Echeverrría.



Restitución de la identidad
Cosas por su nombre

Los aspectos sociales y culturales pueden variar pero la sustracción de identidad genera un alto impacto. Tan es así que una persona, aunque logre vivir bajo el sello de la mentira, sufre gravísimos daños en la esfera de su subjetividad. “Sin embargo -dice la genetista Mercedes Salado Puerto- la carga genética de una persona, la información heredada de los antepasados, no puede ser modificada por el accionar del Terrorismo de Estado.» La restitución de la identidad combina ciencia y justicia. El encuentro es resultado de la búsqueda. Puede suceder que se los halle muertos. Por eso es engañoso pensar que una restitución tenga siempre final feliz. El origen de estas situaciones es un crimen. Y es deber del Estado reparar el daño.


"H.I.J.O.S. es mi lugar militante"


Entrevista a Juana Eva Campero



Nació y vive en Villa Independcia. Milita en la organización Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS Zona Sur).  Su trayectoria, y su mirada al kirchnerismo y al macrismo sobre los derechos humanos. 

¿Cuándo arrancó tu militancia?
A partir de la desaparición de mis viejos. Milité siempre en el área de los derechos humanos.  Primero fue su búsqueda, con la consigna de ese entonces, la “aparición con vida”. Nos acercamos a distintos organismos. Recuerdo que el primero fue la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Más tarde nos conectamos con Madres, y otros más, hasta que encontré en H.I.J.O.S. mi lugar como militante.
¿Cómo es ser militante?
Yo siento que  es mi lugar en el mundo. Hago toda mi militancia ahí, con quienes siento que son mis pares. Desde ese lugar nos hemos manifestado de muchas maneras. Desde la rebeldía de los escraches, cuando los genocidas gozaban de total impunidad, hasta los cambios que trajo el kirchnerismo con las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. En ese sentido, yo vi que se asentaba realmente la justicia cuando Videla estaba donde tenía que estar.
¿Cuál es tu mirada militante hacia el kirchnerismo?
Que los derechos humanos sean una política de estado, y que se haya logrado avanzar en esa área después de tantos años de impunidad, pienso que fue muy aleccionador. Recuerdo cómo eran antes las marchas por el 24 de marzo. Ahora, desde que se estableció el feriado, llamándoselo Día Nacional de la Memoria, todos saben de qué se está hablando, y por qué marchamos. La gente entendió que no somos los hijos de “aquellos”. Somos los hijos de los desaparecidos, y hay una historia de un país que se viene haciendo cargo. Eso lo mejor de la década que nos dejaron Néstor y Cristina, por el respeto que le dieron a la historia y a la memoria reciente.   
¿Qué lectura de coyuntura tenés del macrismo?
Desde una mirada desde los derechos humanos, se pretende desguazar y des-kirchnerizar. A los hechos me remito: un 24 de marzo con la presencia de Obama, políticas de vaciamiento en muchos espacios que venían construyéndose, cerrarle las puertas a las Abuelas, todo eso son cachetazos. Habíamos perdido eso de que nos cachetearan desde el Estado. Igualmente en el último 24 de marzo, el primero bajo la administración de Macri, se dio esa cosa linda de estar todos unidos, fortalecidos. Fue una convocatoria muy fuerte. Y estaba la necesidad de que teníamos que estar ahí, en la plaza.
¿Perspectivas a futuro?
Estamos atravesando un momento de retroceso dentro de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. Y creo que las vías que se intentan que hablan del perdón, de ofrecer verdad a cambio de impunidad, no van a prosperar. Por lo que hemos aprendido como pueblo. Por eso la consigna básica es la continuidad firme de todos los juicios a los represores y reunificación de las causas. Y como siempre los organismos de derechos humanos son los que indican esa lucha.
¿Cómo se hace para militar en semejante contexto?

Los militantes siempre le encontramos la vuelta. Sean adversos o no los contextos. Milagro Sala es la personificación de esta nueva etapa del Estado. Se la encarceló por ser una militante popular, por tener un fuerte arraigo territorial y por realizar una obra de dignificación que es revolucionaria. Con todo y por todo eso, vamos a darle lucha al neoliberalismo.



Apostilla
La carta a Evita y una fecha trágica

Juana Eva lleva en su nombre la impronta del peronismo. Y cuenta con orgullo la historia de su padres. «Mi viejo era ferroviario del Mitre. Consiguió ese puesto de trabajo a través de Eva Perón. Le había enviado una carta solicitando trabajo. Al tiempo él, junto a sus hermanos, obtuvieron empleos en distintas dependencias del Estado. Trabajó hasta que cayó el peronismo. Lo echaron y recién volvió en el 73, con la llegada de Cámpora. Se reincorporó al ferrocarril y, bueno, desaparece en el 78. Lo curioso es que mi viejo ya había estado preso durante la proscripción del peronismo. Con la resistencia. Y también aquella vez se lo llevaron un 5 de enero. Esa coincidencia entre la llegada de los Reyes Magos y la tragedia siempre generó comentarios diversos en mi familia. Desde esa fecha nunca supimos nada de él. Mis viejos siempre fueron el ejemplo que seguí. Ellos y las Madres de Plaza de Mayo son quienes marcaron el camino por el que aprendí a luchar».